martes, junio 12, 2007

Puro jugar

Seguimos con las declamaciones artísticas. En este caso Gilles Deleuze, un filósofo francés que interroga a la lógica del sentido. ¿Qué es necesario para que algo produzca sentido? ¿Dónde aparece el sentido? ¿Qué es una paradoja?
De a ratos intrincado, de a ratos inentendible, de a ratos apasionante, este libro es más que recomendable para una lectura intensa.

Décima Serie, Del juego ideal.

“No basta con oponer un juego «mayor» , al juego menor del hombre, no un juego divino al juego humano; hay que imaginar otros principios, incluso inaplicables en apariencia, donde el juego se vuelve puro.

1) No hay reglas preexistentes; cada tirada inventa sus reglas, lleva en sí su propia regla.
2)En lugar de dividir el azar en un número de tiradas realmente distintas, el conjunto de tiradas afirma todo el azar y no cesa de ramificarlo en cada tirada.
3)Las tiradas no son pues, en realidad, numéricamente distintas. Son cualitativamente distintas, pero todas son las formas cualitativas de un solo y mismo tirar, ontológicamente uno. (...)
4)Un juego tal, sin reglas, sin vencedores ni vencidos, sin responsabilidad, juego de la inocencia y carrera de conjurados en el que la destreza y el azar ya no se distinguen, parece no tener ninguna realidad. Además no divertiría a nadie. Seguramente no es el juego del hombre de Pascal, ni del Dios de Leibniz.(...) Con seguridad, todo esto no es el mundo como obra de arte. El juego ideal del que hablamos no puede ser realizado por un hombre o por un dios. Sólo puede ser pensado, y además pensado como sin sentido. Pero precisamente es la realidad del pensamiento mismo. Es el inconsciente del pensamiento puro. (...) Porque afirmar todo el azar, hacer del azar un objeto de afirmación, solo el pensamiento puede hacerlo. Y si se intenta jugar este juego fuera del pensamiento no ocurre nada, y si se intenta producir otro resultado que no sea la obra de arte, nada se produce. Es pues, el juego reservado al pensamiento y al arte, donde ya no hay sino victorias para los que han sabido jugar, es decir, afirmar y ramificar el azar, en lugar de dividirlo para dominarlo, para apostar, para ganar. Este juego sólo está en el pensamiento, y que no tiene otro resultado sino la obra de arte, es también lo que hace que el pensamiento y el arte sean reales y trastornen la realidad, la moralidad y la economía del mundo.

Gilles Deleuze, “Lógica del sentido”

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