lunes, abril 16, 2007

Credulidad


Cuando hoy evoco mis años infantiles, los veo de otro modo que acostumbraba a verlos. La época de la niñez tiene otro aroma, el tiempo de la infancia me atrae ahora un eco diferente del de hace sólo dos o tres años. Y así veo ahora preanuncios y augurios de lo actual en los hechos y sentimientos de muy temprana edad. Se dirá que proyecto retrospectivamente sobre todo el pasado el nuevo sentido que doy ahora a mí vida, que construyo la historia, que aplico los nuevos dogmas a lo pretérito, que me ilusiono con una nueva teología.


Pero ¿qué importa que me engañe haciendo teología o construyendo historia? Lo nuevo en mi vida no consiste en que el engaño anterior haya seguido ahora una mayor dosis de verdad. Estoy más distanciado que nunca de ‘la verdad’. Soy más incrédulo que nunca frente a toda verdad y más credulo que nunca frente a toda ilusión. (...)
He caminado años y años solo y sin esperanza. Aún me produce escalofrío cuando lo recuerdo. Fue un infierno, un infierno gélido y silencioso. Fue una via sin horizonte, al término de la cual no había sino oscuridad y muerte.


Más parece ser que todo sufrimiento tiene un límite. A partir del límite, o desaparece o se transforma, asume el color de la vida; acaso aún duele, pero ya el dolor es esperanza y vida. Así me ocurrió a mí con la soledad. Ahora no estoy menos solo que en mi peor época. Pero la soledad es un brevaje que ni me ha narcotizado ni puede ya dolerme; he bebido de esta copa lo bastante para haberme inmunizado contra su veneno. Pero en realidad no es un veneno... lo fue, pero se ha transmutado. Veneno es todo aquello que no aceptamos, no amamos, no somos capaces de saborear con gratitud. Y todo lo que amamos, todo lo que nos sirve para extraer y sorber vida, es vida y es valor.

Hermann Hesse, Entrar dentro de si mismo, (1918).

1 comentario:

Anónimo dijo...

herman hess, un gran escritor, solo queria recomendar: el lobo estepario