miércoles, febrero 21, 2007

Eisejuaz


Las calles estaban rotas y abiertas hasta las venas que llevan el agua de las ciudades, y así me recibió la ciudad de Orán, así que dije: “Rómpase mi superficie, mi cáscara, mi corteza, para que pueda beber del agua de los mensajeros, que brota desde el centro del corazón’’. Allí los hombres trabajaban y golpeaban el suelo de las calles. Y los caños del agua, que deben ser secretos, se veían.

Pero la nube se esfumó delante de mi vista, y nada quedó sobre el cielo de esa ciudad de Orán. Yo caminé hasta la casa de Aparicio.

Nada dijo de mi bastón ni de mi aspecto ni de mi desnudez. Me vió parado en la calle, habló a su mujer, y salió a la calle. Y caminamos en la bruta calor.

Ayo, Tigre, Vicente Aparicio, el hombre anciano. Y yo, Eisejuaz, Éste También, el comprado por el Señor.

- ¿ A dónde se han ido todos esos que recibiste?
- ¿ A dónde? No sé.
- Los mensajeros de la sangre caliente y de la sangre fría. ¿A dónde?
- No sé.

En la bruta calor llegamos a un lugar donde hay algunos árboles, y nos sentamos para esperar la noche. Cuando vino la noche busqué en mi pantalón unas semillas de cevil y se las di. Él se quitó un zapato y las puso adentro. Buscamos una piedra, un fierro, y encontramos un pedazo de la calle rota, un cacho de piedra. Y molió las semillas de cevil. Mezcló ese polvo con el tabaco. Y armó un cigarrillo. Y me miró, pero yo ya no tenía mi yesquero. Entonces encendió el cigarrillo. Su alma salió de recorrida. Cantó:

«¿De qué vale la baya, la algarroba del mes de abril? Ya perdió el gusto, ya perdió su suavidad, pero ella no eligió la hora de su vida. Debe cumplir. Debe ser molida, alimentar al hombre. Debe caer y sembrarse. Debe cumplir.»
«¿De qué vale el hormiguero que quedó en el desmonte, donde la tierra es negra, donde pondrán caña? ¿De qué vale? La hormiga mira lejos y ve negro. Mira cerca y ve negro. No hay hojas, no hay pastos. Debe cumplir. No eligió la hora de su vida. No eligió su lugar.» «No eligió. No eligió. Debe cumplir. No eligió.»

He fumado con él, mi alma salió de recorrida, cantó:
«En el centro de la tierra está el viborón. Enrosca las raices del monte. Duerme con ellas. Nadie eligió, oh no, nadie eligió. Ha caído el monte, han muerto los palos, nadie eligió, oh no, nadie eligió, nadie eligió. Sólo ya los palos cantan para Eisejuaz, sólo el aire. Hay que cumplir.»

Ha cantado Ayó, su alma que fue de recorrida:
«He visto las últimas mujeres que baten el barro, y amasan, vuelven a amasar y forman el botijo, ese que suena como la campana del gringo, ese redondo como la mujer y el hijo. Y ese alto como tres panzas. Y ese chiquito que lleva el agua al monte. Forman el botijo, y tantos hombres van y compran tarros, van y buscan latas. Pero ellas tienen que amasar, tienen que hacer el botijo hermoso, que suene como la campana del gringo. No eligió la hora de su vida, no eligió, oh no eligió; debe cumplir.»
«No lloremos si nuestro tiempo terminó.»
«No lloremos ¿y para que llorar?»
«Moriremos juntos: el tigre, el monte, los ríos sueltos como pelos del Señor, y nosotros.»

Paró un auto y han gritado:
- ¡Flor de borrachera! ¡Dejen dormer!

Entonces quedamos callados. Ayó me agarró la mano. Sopló adentro de mi boca. Puso de su saliva sobre mi lengua. Caminamos después volviendo para su casa, y pasamos por las calles abiertas de esa ciudad, sin obreros porque era de noche.
Estaba mareado todavía ese hombre anciano, y nos sentamos en la calle.

Después me dijo:
- Hijo Eisejuaz, cuando entregues las manos ya será otra cosa. El Señor no te ve bien así de solo; vas a perder la sed cuando entregues las manos.

Y ví a ese hombre que había esperado el ómnibus con la valijita: allí entraba en un hotel. Y también me vió.
La mujer de Ayó, que es gringa alemana, había preparado la comida.

- No quiero comer hoy- he dicho-. Tengo hambre pero no he de comer.
- Mañana vas a comer.

Tuve hambre y me senté con ellos y no comí. Y llegó una de sus hijas, que son enteramente blancas y trabajan como sirvientas en la ciudad. Comió con ellos, y todos estuvieron alegres.

No hay comentarios.: